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IX ESTACIÓN: JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

Del evangelio de San Lucas (23, 27-28)


Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por Él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos».

Lloraban las mujeres de Jerusalén y Jesús reprendió sus lágrimas con extrañas palabras de advertencia. No hay que llorar con lamentos estériles, que no alivian ningún dolor del mundo. Todos somos invitados a llorar con realismo sobre nosotros mismos, a no ser plañideros de los demás. El llanto del cristiano debe ser el arrepentimiento, la justa penitencia, la conversión.

«Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Los que siembran entre lágrimas, cosecharán entre cantares».




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