Quince días después de la clausura solemne del ciento cincuenta aniversario de la fundación de la Asociación de la Santísima Cruz, en mil ochocientos setenta y cinco, un hermano cofrade, en representación de toda la hermandad, quiso elevar un gesto de amor y gratitud a la Virgen de Lourdes, el cual ofreció a sus pies una cruz conmemorativa de esta efeméride, signo visible de fe y de acción de gracias por el siglo y medio de historia de Hermandad.
Tras haber participado en el rezo del Santo Rosario, la tarde del sábado 4 de octubre, se depositó la cruz como ofrenda en la gruta donde la Virgen se apareció a santa Bernardette y donde, aún hoy, sigue manando el agua.
Este gesto, humilde pero cargado de significado, se convirtió en un agradecimiento a la Virgen de Lourdes por la fe de tantas generaciones que han rendido culto a la Santísima Cruz y el deseo de continuar sembrando esperanza, a vivir la caridad y a llevar el mensaje del Evangelio a las futuras generaciones de cofrades.